¿Cómo interpretar el dolor?

Es normal que pensemos: Dolor es igual a lesión. Solemos interpretar que si algo duele tiene que estar dañado. “Otra vez me lesioné”, “Me curé mal la lesión anterior, por eso me vuelve a doler”, “Entré mal en calor, me tiró el isquio, creo que me lo lastime”… estas son solo algunas de las frases que solemos escuchar o incluso enunciar nosotrxs mismxs al referirnos a nuestro dolor.

Pensemos al dolor como una alarma. La función es alertarnos en caso de que nuestros tejidos estén en peligro. Si se perciben tensiones o presiones excesivas en los tejidos, se activan los sensores de este sistema de alarma. Las señales de peligro son enviadas a la central de mando y es allí donde se analiza la situación. Si la central de mando considera que existe mayor “peligro” que “seguridad”, hará sonar la alarma: DOLOR. Veámoslo en un ejemplo: Estas elongando a la 2da un poco más fuerte que de costumbre. Receptores específicos detectan en tus músculos un aumento de las fuerzas de tensión y se disparan las señales de peligro hacia la central de mando (Sistema Nervioso Central). Allí se analiza la situación y se concluye: “Esta tensión es mayor a la cual estamos acostumbrados, no corramos peligro, sonemos la alarma” y es precisamente en ese momento donde sentís el dolor en la pierna.

El dolor es un llamado a la acción. Nos lleva a tomar una actitud protectora para resguardar aquella parte del cuerpo que se considera está en peligro. Su fin es prevenir el daño. Claro que a veces esto no es posible e indefectiblemente nuestros tejidos se lesionan. Pero esto no sucede tan a menudo como creemos. Este sistema de alarma está especialmente diseñado para anticiparse al daño, detectando, transmitiendo y procesando estímulos en tiempo récord y, en condiciones normales, suele ser extremadamente preciso.

Entonces: si el dolor cumple una función tan buena… ¿Por qué nos produce una sensación desagradable? Es precisamente su naturaleza aversiva la que lo hace tan efectivo y nos lleva a tomar una acción protectora. Nos representa una “sensación” al mismo tiempo que una “emoción”. El dolor involucra no solamente a los tejidos, sino también a nuestro procesamiento cognitivo. Implica especialmente áreas del cerebro relacionadas con la memoria y resolución de problemas, el miedo y la respuesta al estrés, la concentración y la organización, preparación y coordinación del movimiento.

Como podrán imaginarse el dolor es una función compleja de nuestro cuerpo. Su naturaleza está modulada por la experiencia del individuo. Esto hace al dolor algo subjetivo. Hay personas más o menos tolerante al dolor. Solemos atravesar situaciones de estrés, angustia o miedo, las cuales vuelven a nuestro sistema híper-alerta, bajando el umbral al dolor. Tal como otras funciones del cuerpo (alimentarse, dormir, etc.) el dolor puede alterarse según nuestro estado de ánimo.

Puede sernos de mucho provecho tomar en cuenta todas estas cuestiones cuando nos enfrentamos ante un dolor. Analizarlo de manera completa nos va a permitir identificar cuál/es son los “generadores” de este síntoma y conseguir interpretar qué tenemos que cambiar, a fin de optimizar nuestro rendimiento.

Dolor no es sinónimo de lesión. Es importante que aprendamos a interpretarlo y analizarlo. No busquemos eliminarlo sin antes entenderlo, puede sernos de mucha más utilidad de la que nos imaginamos.

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