La mirada ajena, ¿Importa?

¿Has sentido que no te tuvieron en cuenta en una clase? ¿Qué el profesor solo prestaba atención a unos pocos? Valeria, health coach y mamá de bailarina, nos habla de estas situaciones que suelen ocurrir en clase y como podemos afrontarlas.

Con la llegada de Noviembre, después de las agotadoras clases de todo el año, los concursos, las audiciones, las funciones, el estudio, la familia, los cambios, las hormonas y los barbijos, los estudios de danza llegan a colgar la estrella del árbol al cierre del telón.

Casi no hay tiempo de balance, pero, entre costuras de trajes y refuerzo de puntas aparecen otros pensamientos, donde se cuela la mirada del maestro. Ese ser que espera la perfección y pulcritud del Cascanueces y que con una sonrisa jadeante alienta a sus estudiantes el repaso de “una vez más”.

En el ballet, ser vista y corregida por quien instruye se interpreta como señal de ser tomada en cuenta. Es una señal de que se está yendo por el buen camino.  En una clase, sobre todo a nivel pre- profesional, en la cual l@s estudiantes se encuentran bastante parej@s y avanzad@s, las correcciones son bendiciones diarias porque en esta etapa se termina de pulir la base sobre la cual, en un futuro cercano, tendrán la oportunidad de mostrarse frente a academias y compañías.

Sin embargo, la psicología y la pedagogía en el ballet no siempre se acompañan.  La falta de atención, y por ende correcciones en un estudio, la mirada casi exclusiva sobre una o dos estudiantes, y el rechazo a las devoluciones individuales, se convirtieron en un dolor de cabeza para las chicas que, o no son vistas, o no tienen la atención adecuada.

Estas situaciones son comunes en la vida diaria.  Pasa en la escuela y hasta en el trabajo, en empresas y en organizaciones del Estado.  Como seres humanos lo hemos normalizado.  Pero cómo recibe un@ adolescente esta “falta de” escucha, atención, consejo, truco, tip, lección, mirada?  La mirada del otro, cuando el otro es el maestro de danza, se convierte en una de las pocas veces en que la mirada ajena realmente importa.  Es acá donde la distancia entre psicología y pedagogía importa demasiado.

Cuando un maestro tiene un marcado favoritismo y no lo oculta, provoca, muchas veces sin querer, una herida al alumno no reconocido, o al que se esfuerza hasta el doble, o al que, en nombre del “amor” y a la confianza de años, da por sentadas las correcciones justificando un “vos ya sabes qué tenés qué hacer”.

Entonces, ¿Cómo resolver la incomodidad que te provoca esta situación?

1. Podrías hablar con el maestro y exponerle tus sentimientos de frustración por no ver a todos de forma igualitaria.* Por lo general, y basada en la experiencia de consultantes y estudiantes de diferentes países, esta opción casi nunca resulta en un cambio positivo.

* (Nota: hay maestros que, con razón, exponen que no pueden ver a doce o quince alumnas en una clase.  En una clase no, pero en cinco, diez a la semana, ¿no sería posible?)

2.  Quitarle un poco de drama a la situación.  Enfocarte en las correcciones que les hacen a los estudiantes que corrigen y repasar en tu lugar y en el momento, aunque lo hayas hecho bien y/o, aunque estés al fondo del salón y no te vea ni la compañera de al lado.   

3.  Recordar que un buen maestro no está dando la clase en función de las necesidades del estudiante adorado.  Si eso es muy marcado, conversalo con tu familia.  Puede ser que sea hora de replantearse algunas cuestiones en cuanto a la educación que estás recibiendo en el salón de baile.

4. Y, por último, todo pasa.  Hacé una autoevaluación de tu rendimiento.  Enriquecete con la enseñanza de varios maestros. Tomá lo mejor de cada uno de ellos.  Cuando seas una bailarina o y un bailarín profesional estarás agradecido de todo lo que ellos te pudieron pasar y saldrás al escenario segura y fortalecida, porque en el estudio fuiste de las mejores alumnas, aprendiste a transformar la mirada del otro.

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